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Amalia Bartolini: "Los comedores sociales no evolucionan, crecen"

Marta Pedraza Lopez 

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“Nací siendo solidaria” es la frase con la que empieza Amalia Bartolini (Córdoba, Argentina, 1958) la entrevista, responsable del voluntariado del Centre d’Acollida Assís. Estamos en un edificio que contrasta con el resto de las construcciones del barrio barcelonés. “Resulta extraño un edificio como este en el barrio de Sarrià – Sant Gervasi”, afirma la entrevistada. 

Dicho edificio se sitúa en una calle poco concurrida, destaca con un color tierra, con materiales oxidados y pintadas de grafitis. El interior no cambia mucho de su exterior; materiales antiguos, colores neutros y escaleras estrechas. Nos encontramos con Amalia, que nos recibe en la entrada del centro con los dedos entrecruzados y la mirada fija hacia nosotros, acompañado de una sonrisa. Nos habla de una manera muy tranquila y dulce. Pasamos varias salas (comedor, aula de informática, despachos) hasta adentrarnos al espacio de la entrevista: el aula de manualidades. 

Tras un fondo de jarrones, pinturas y objetos varios se sitúa Amalia. A través de sus gestos de entrelazar los dedos de sus manos y las tímidas risas se puede intuir que está impaciente. 

 

“Nací siendo solidaria. Ser voluntario es un ejercicio humano y natural”. Mientras está pronunciando palabra por palabra, con las manos y la mirada intenta hacer creer la veracidad de estas.  En 2005 Amalia comenzó a formar parte del Centro Assís, pero no como trabajadora, sino como voluntaria. Al llegar a Barcelona desde Córdoba (Argentina), descubrió esta entidad de ayudar a aquellas personas sin hogar y “fui directa allí, de cabeza”. 

El ser voluntaria en este centro lleva a Amalia a un objetivo: ser trabajadora social. En el momento que está graduada, el centro necesita una persona que organice y coordine el voluntariado. “Se estaba pidiendo a gritos que se concentrara esta organización y justo me había quedado sin trabajo de lo que principalmente estudié; arquitectura”. Así, empieza a ser trabajadora del centro. 

 

“No puedo permitir que estas personas recojan un bocadillo, cierren la puerta y vuelvan a la calle. Es importante que la persona esté en un espacio donde se pueda sentir protegido” explica Amalia intentando dar a entender el objetivo principal del Centro Assís. 

Con los ojos firmes recalca “Las historias de cada uno son infinitas, pero una cosa en común que tienen es que lo han perdido todo”. Ese “todo” sale de su boca de forma contundente. A la vez, la responsable quiere ofrecer un dato que cree que la gran parte de la sociedad no es consciente: “la vida en la calle disminuye la esperanza de vida en veinte años” dice mientras va haciendo un ligero movimiento con el dedo índice.

 

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Amalia Bartolini en el taller del centro de acogida Assís. NAGORE RUEDA

Cuando le pregunto por su día a día su expresión es de sorprendida y nos da a entender que no sabe por dónde empezar. Se ríe, resopla y comienza. El día de la responsable del voluntariado comienza a las siete y media de la mañana para preparar el desayuno. Su función principal es garantizar que diez personas voluntarias asistan a la gestión del desayuno, menos los domingos que son siete. A partir de ahí cada día va variando, “organizar cursos, atender las personas que acuden, reunirme con socios de la asociación…” comenta Amalia. 

Para añadir, Bartolini quiere afirmar que este trabajo le da vida y se siente muy realizada. “Es como si no fuese un trabajo, no me cuesta levantarme por las mañanas, al revés” y sigue, “la gente es muy divertida, muchas veces te desafía. Absolutamente todas, las 140 personas atendidas”.

Las historias de cada uno de ellos son infinitas, pero una cosa en común que tienen es que lo han perdido todo

A Amalia se le escapa una sonrisa cuando recuerda sus mejores experiencias en el centro. Nos cuenta que esa sensación de poder ayuda a alguien es bastante repetida. “Imagínate una persona que no duerme bien por la noche, al día siguiente se presenta aquí y te habla con una sonrisa de oreja a oreja. Me sorprende como las personas poco a poco te van cogiendo cariño y devolviendo aquello que tu les das” explica. 

Aún así, la responsable ha querido indagar en una experiencia muy gratificadora para ella. Ya se le notaba con su sonrisa. “Un señor que vivía en la montaña se presentaba cada mañana en el centro”. Hace un parón para añadir “llevaba todos los abrigos puestos y olía de una manera desagradable” acompañado de una subida de brazos a la cabeza y un cierre de ojos. Sigue: “cuando venía se sentaba y no hablaba con nadie. Poco a poco, con nuestro cariño y ayuda empezó a abrirse”. La entrevistada me pregunta, a la vez que se acerca un poco hacia mi, que si me puedo a imaginar cuánto tiempo pasó hasta que empezó a socializarse. No respondo. “Ocho años” me dice acompañado de unos ojos abiertos como platos. 

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La responsable del voluntariado durante la entrevista NAGORE RUEDA

Entre pequeñas risas, recuerda cómo fue la evolución de este hombre contándonos una pequeña anécdota: “Me tapaba los ojos con las manos, pero yo siempre le reconocía por su perfume”.

Amalia quiere acabar la entrevista haciendo una referencia. “Me llena de alegría saber que muchas personas llegan aquí teniendo muchos problemas y que, a través de un proceso, han recuperado su vida”.

Amalia Bartolini - Declaración
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Para ampliar:

Instagram del centre d'Acollida Assís

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Apartado de las noticias sobre el centro

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