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Voluntarios por la humanización 

CanPedró brinda 31.000 platos al año a personas necesitadas 

Redacción de Voz de Supervivencia

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Cuando eres pequeño no puedes elegir tu camino. Dependiendo del entorno en el que naces, en gran parte de la familia que formas parte, puede ser uno o puede ser otro. Hasta hay ocasiones en que aún no has nacido y tienes tu destino escrito, por lo menos en los primeros años, en los que dependemos de los que nos rodean. Con ello, me encuentro al llegar al comedor un niño de dos años junto a su padre y sus dos hermanos, nervioso, esperando a recibir la comida.

En el mismo espacio, hay un grupo de personas que hablan entre ellos. Risas, sonrisas, acercamientos, caricias. Se puede ver a distancia la buena familiarización que hay. Son diferentes pero tienen algo en común: no tienen suficientes recursos para comer diariamente en sus casas. 

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Anciana iniciando la comida. MARTA PEDRAZA

Todos ellos han llegado a esta situación por diferentes historias, pero no se trata de discriminarlas o juzgarlas sino todo lo contrario, ayudarlas para que puedan mejorar su calidad de vida. Esto es lo que se hace desde la Fundació Can Pedró, donde además de darles comida diariamente, también velan por su salud mental, por hacer que se sientan bien. Para ello, ofrecen servicio de lavandería, de ducha, en navidad de peluquería, incluso casales en fiestas para poder cuidar de los niños. Por todo esto, una de las personas que más me sorprendió fue una señora muy bien vestida y peinada, arreglada y maquillada. Quizá todos pensamos que las personas que acuden a los comedores sociales son personas sin techo, mal cuidadas, pero en este caso era todo lo contrario. Además de ser la demostración de lo que buscan desde la fundación, tener un cuidado de la persona en general, todo aquél que acude al centro lo hace a través del ayuntamiento, ya que es éste último el que los deriva según las necesidades de cada uno.  

A las 12 de la mañana me recibe en el centro la responsable del voluntariado, Teresa Ballesté. Primero de todo me da el delantal, igual que al resto de los voluntarios y trabajadores. Consiguientemente, empezamos a preparar las cinco mesas que estaban en el comedor: un plato, un vaso, tenedor y cuchillo para cada uno, y una cesta con pan y una jarra de agua  por cada por cada cuatro. A medida que iban llegando, se iba sentando cada uno en un lugar diferente, dejando espacios vacíos, pero conforme iban pasando los minutos, el comedor se iba llenando más y más. Teresa me explica que cada uno tiene su sitio fijo, todos los días comen en el mismo sitio, lo que me lleva a pensar en mi casa, en la casa de cualquiera, donde todos solemos tener nuestro sitio fijo. Eso me demuestra que no es un comedor sin más, durante unas horas todas esas personas se convierten en familia, hablan, comparten vivencias, en definitiva, hacen del día un rato más ameno.

Teresa me acompaña a la cocina. Me dispongo a poner la comida en bandejas para que estén listas para repartirlas a las personas. Los voluntarios sacamos el carro con las bandejas y todos los ojos del comedor se fijan en ellas. De primero servimos macarrones, de segundo ensalada y pollo y por último fresas ; y, como sorpresa de ese día, coca. Esta es la demostración de la gran colaboración de los vecinos con el centro: el panadero de al lado les había dado todas las sobras del día anterior. Me comenta que la solidaridad es esencial para ellos, ya sea del panadero, de grandes empresas que por problemas de etiquetación les dan todos los productos en perfecto estado, de los vecinos, del banco de alimentos o del propio ayuntamiento. También vemos como un grupo de personas con diversidad funcional acuden al centro con comida fresca, dos días a la semana. 

El ayuntamiento les ha cedido un terrado con huerto para que vayan recolectando hortalizas, algo que, como me comentaban, les encantaba y todo lo que recolectan va para CanPedró.

 

Cada voluntario se ocupa de una mesa. Cogemos las bandejas y vamos sirviendo a las personas. Ponemos la jarra  para que se sirvan ellos mismos. Cada vez que les miro tienen las bocas llenas pero a la vez desean hablar con los de su entorno.

Me piden que ayude a limpiar los platos, vasos y ollas sucias con otra compañera. Mientras lo hago de fondo escucho hablar a los trabajadores sobre las mejores anécdotas que han pasado en CanPedró. El cocinero, Max, comenta que hacía unos días, una família que recurre al centro habían sido desahuciados. Mientras el departamento de derechos sociales del ayuntamiento les buscaba un nuevo hogar, desde la Fundación CanPedró quisieron ofrecer una ayuda otorgándoles la sala actividades para que tuvieran un lugar donde estar. A la vez, van llegando persona por persona a la cocina para pedir comida en sus tuppers. La cocinera se los llena hasta arriba de comida. Casi ni se podía cerrar el tupper.

Realizando el voluntariado (poniendo la mesa y limpiando la vajilla). MARTA PEDRAZA

Llega la hora de recoger las mesas. Como esperaba, los platos vacíos. No quedaba nada de comida en las bandejas. Las hojas de las fresas quedaban entre los platos. Recojo todos los artilugios de la mesa. La gente va desapareciendo. Alguna se queda en la entrada del centro hablando. Los niños corretean y juegan. La sonrisa de su padre no puede ser más grande.

Cuando acabamos de recoger el comedor, me quito el delantal, recojo mis cosas y me despido de los trabajadores y voluntarios agradeciendoles esta gran experiencia.

Antes me quedo hablando con un grupo de personas mayores. Les sorprende que haya gente voluntaria tan joven. Me preguntan sobre mí. Me miran con atención. Se les veían las ganas de hablar conmigo. Y a mí también. Me hablan sobre el periodismo. Destaco una frase que me dijo una señora mayor. Me impactó: “El día de mañana, cuando seas periodista visibiliza todo lo que está pasando con las personas como nosotros. No hagas lo que están haciendo ahora”.

#CanPedró #Voluntariado #Voluntarios #PersonasSinHogar #Visibilizar 

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